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Prefacio a una novela, continuación

El olor inconfundible de ese pequeño pueblo arropaba todos los alrededores, una mezcla de melaza, Cocuy, café recién tostado y bosta de vacas se quedaba en la memoria de cualquier persona que transitara por Cambural. Habían a lo sumo 60 familias, en un estrecho camino que comunicaba a Barquisimeto con el Tocuyo y Carora, este había servido como camino de recuas en la colonia, se pasaban los cueros curtidos, las mulas cargadas con añil y tabaco que no se le vendía a la Corona Española; luego sirvió como paso para las tropas independentistas que necesitaban cortar camino y llegar a las batallas. Fue después de la Guerra Federal que se asentó ese caserío, a unos kilómetros de distancia del fantasmal pueblo de Bobare, casi desconocido para la mayoría, fue el refugio del padre de Epifanía quien llegó a Venezuela desde Francia para ayudar a los federales en su lucha por unas tierras y hombres libres.

Un grito de protesta

Cadenas invisibles: Duerme el gigante, duerme y duerme, Estaba cansado, estaba exhausto, Tenía hambre, tenía sed, Le dolía el cuerpo, estaba herido. Duerme el gigante, duerme y duerme, Había caminado sin cesar, Luchó fuerte contra el mal, Estaba solo contra los demonios. Duerme el gigante, duerme y duerme, Alberga en su ser miles de habitantes, ¡Oh pobre silente y agotado gigante¡ Ha pelado tanto y ganado tan poco. En el valle de los demonios, el gigante es quien trabaja. Labra la tierra, arrea el ganado, Trabaja en las minas, construye los edificios, Vende la mercancía, ingenia y educa. Desdichado gigante, explotado y utilizado, Duerme el gigante, duerme y duerme, Han pasado dos siglos desde que peleo por su libertad, Ahora es preso de un sistema que jamás imaginó. Ve a los demonios a la cara, Los demonios son dueños de todo, Poseen la tierra, el dinero y el tiempo, Ve a los demonios de pie a cabeza, pero es incapaz de retarlos. Duerme el gigante, duerme y duerme, Los demonios ...