¡Yo no me quería ir, ellos me obligaron! Breve historia de una migración forzada.

Parte I: La niña y un sueño

Cuando tenía seis años vi en la televisión del domingo una película que transformó mi vida sin siquiera imaginarlo, estaba acostada en el piso comiendo dulce de leche que acababa de hacer mi mamá cuando iniciaba “Indiana Jones”, vi toda la película sin moverme, absorta en la trama, me pareció tan fascinante: un intelectual investigando misterios antiguos y que a su vez sabia pelear. Le pregunté a mi mamá “¿las personas que estudian las momias y la historia existen o sólo están en las películas? Y mi mami respondió: “claro que existen, ellos estudian mucho, si eso te gusta debes aprender a leer mejor”. A esa edad decidí que seria como Indiana Jones, que aprendería historia, que hablaría idiomas antiguos y viajaría por el mundo haciendo descubrimientos.
Fui creciendo y mis ideas iban cambiando, como todos los niños yo también tenia como diez posibles profesiones que ejecutaría cuando creciera “abogado militar y defensora de los animales”, “arqueóloga, paleontóloga y atleta de alto rendimiento” “ingeniera informática y diseñadora de moda”, todos los días me gustaba algo nuevo, era la sexta de siete hermanos, mis hermanos mayores me llevan una y dos décadas de diferencia, uno de mis hermanos mayores era un asiduo lector, pasaba horas en el baño, sentado leyendo cualquier nuevo elemento que se había conseguido  en la escuela donde trabajaba como mayordomo.
 Un día le pedí a este hermano que me llevara a un parque de diversiones con atracciones extremas, yo tenia 10 años pero parecía físicamente una niña de 16 años, así que podía fingir ser mayor para lanzarme en un Bunge. Nunca me dieron nada en mi familia sin que me lo ganara, esta vez tampoco seria la excepción, mi hermano cargaba un libro como de 700 hojas, el libro más grande que había visto en toda mi existencia, me miró y me dijo: “hermana, las entradas son muy caras, tienes que ganártelo, tengo este librito es muy interesante, si te lo lees te llevo”. Dios mío, ¡pedazo de libro!, mis ojos comenzaron a lagrimar sin control, cuando me di cuenta estaba en medio de un berrinche infantil, sabía que el único de mi familia que me llevaría a ese parque era él y me estaba castigando con ese libro. El parque estaría en la ciudad un mes, de esa manera mi hermano me prometió llevarme el ultimo día de su estadía en la ciudad siempre y cuando terminara de leer “el compendio de la gran mitología griega y romana ilustrada”.
De acuerdo a ese trato injusto, me toco leer 625 hojas en un mes, durante mis vacaciones escolares, dejé de jugar con mi Nintendo, no veía a mis amigos de la cuadra, estaba en un claustro auto infligido aparte del libro que estaba leyendo también tenia a mi lado un diccionario porque no entendía la mitad de las palabras que leía, un buen día me cansé, ¡me rendí!, me puse a llorar desconsolada por fracasar, después de todo solamente debía leer, en ese momento mi hermana mayor me dice “beba no puedes rendirte, todos nosotros vemos lo que estás haciendo, además ¿Qué ejemplo le das a tu hermanita y tus sobrinos si te rindes, le temes a un libro pero no te da miedo lanzarte desde 50 metros de altura?, era lo que necesitaba oír, en 26 días había leído el condenado compendio, sabia que significaban más palabras de las que cualquier niño de 10 años y además me había enamorado de Hércules, fui al parque, casi me orino de miedo cuando me pusieron el arnés, me lance y  de esa forma decidí que definitivamente investigaría la Historia.


Parte II: La profesora de Historia.
 Después de haber estudiado administración por obligación, abandoné esa horrible condena, mi papá me dejó de hablar por varios meses, cuando dejé la carrera en el sexto semestre, no podía seguir en esa agonía numérica, en secreto presente en la Universidad Pedagógica y me convertí en profesora de Historia en el país con peor memoria histórica de todo el mundo. No fue malo, estudie bastante, me esforcé por aprender y como también estudiaba geografía aproveché de viajar por todo mi país, conocí casi toda Venezuela y me convertí en una buena oradora, obviamente debía sacarle el jugo a cada oportunidad mientras  buenas notas me financiaban los viajes como ponente en cualquier congreso que postulara.
 Mi estrategia era sencilla: “salir bien, tener buen promedio, presentar un ensayo a cualquier congreso de historia, tras ser aceptaba presentaba el presupuesto en la dirección de Extensión de la universidad, me presentaba en el congreso por media hora, daba la conferencia y del resto me iba de excursión”. Esa técnica me funcionó bastante bien, no era malo, pero sentía que a pesar de hacer las cosas bien traicionaba mi ética, sentía que robaba, pero era la única manera de entrar el dinero, yo trabajaba dentro de la universidad y a cambio me pagaban una especie de beca y ¡nunca jamás me alcanzaría ese dinero para viajar, ni soñando! Fui toda una exploradora sentía que lograba mis sueños, hasta que me gradué y el choque con la realidad fue terrible, nada de lo que leí, investigué o aprendí de mis profesores en la universidad era aplicable a la vida real. Mi primer trabajo fue justo un mes después de graduarme y el primer día de clases los del ultimo año quisieron hacerme llorar, para su desgracia yo fui peores que ellos en el liceo, me conocía todos los juegos mentales, el  bullying y atrocidades adolescentes, así que ellos sufrieron por mí.  Ninguna estrategia teórica es aplicable con eficacia cuando se da clases, hay que hacer una mezcla de todas las cosas que se aprenden en la universidad entrar al salón de clases y que Dios nos agarre confesados.
En Venezuela hice vida docente, di clases de historia, geografía, educación familiar, educación artística, ciencias de la tierra, instrucción premilitar, psicología, di biología y hasta dibujo técnico, trabajé en colegios, en un liceo rural, en un liceo nocturno para adultos e incluso en dos universidades del Estado, tuve excelente relación con mis estudiantes, mientras que al mismo tiempo estaba haciendo una maestría en historia. Sin embargo, nunca pude conseguir un contrato en el Ministerio de Educación, la trampa y corrupción no permiten que una persona honesta logre su objetivo. Me ofrecieron un contrato en el Ministerio de Educación siempre y cuando me acostara con el director de la oficina de personal, en las universidades donde trabajé aún me deben 600 mil Bolívares desde hace dos años, que por cierto, con tantas devaluaciones y cambios de cono monetario no se que cifra es, obviamente, jamás me pagaran y nunca quedé fija porque no me inscribí en el PSUV o algún partido como el PC.
Trabajé en Caracas, a 5 horas de mi ciudad, en un instituto de investigación internacional, pero en Caracas me robaron me quitaron hasta la plancha de pelo que tenia en la maleta, sin un Bolívar en efectivo, me las tuve que ingeniar y pude regresarme a Barquisimeto después de unos meses muy fuertes, volví a dar clases en una Universidad en la noche mientras que al mismo tiempo invertí lo poco que tenia ahorrado para montar un micro negocio en la casa de mi papá, todo iba viento en popa, estaba terminando mi maestría y conocí a quien hoy es mi pareja, pero, nunca puede faltar un pero, ¡comenzaron las Guarimbas! El país se sumergía en un caos nunca antes visto, nunca se había historiado una situación de tal magnitud en la historia contemporánea del país, la anarquía, la impunidad, la delincuencia, la escasez y toda clase de atrocidades que se pueda imaginar sucedían en Venezuela en el transcurso de un breve periodo de tiempo.
A pesar de la crisis, yo me negaba a dejar de luchar, mantenía mi negocio como mejor podía, incluso me llegué a sentir poderosa con la cantidad de contactos que tenía, conseguía lo necesario para vivir bien sin estafar a las personas como hacían los “bachaqueros” (viles rufianes, delincuentes chupa sangre), de esa manera me mantuve unos meses, bastante prospera y feliz porque conseguía dinero en efectivo todos los días y eso era más importante incluso que el agua. por esos días se agudizaron las manifestaciones y las guarimbas eran cada vez más normales. Habían allanamientos cerca de mi casa y de mi negocio, se llevaban presos a todos los que se pudieran relacionar con la llamada “Resistencia” encargados de organizar las guarimbas. De igual manera, el gobierno se mantuvo organizando los llamados “colectivos”, bandas de criminales asociados al gobiernos, vagos de oficio encargados de perseguir y ejecutar a quienes estuvieran en las guarimbas, estos sembraban el terror, si pasaban por algún lugar era seguro que habría algún fallecido, para ese momento Barquisimeto era el epicentro de las guarimbas y las manifestaciones organizadas, había demasiado descontrol, inseguridad y violencia.
Asimismo, la creciente escasez me dificultaba conseguir los productos e incluso el dinero en efectivo era cada vez menor su afluencia. Jamás me iría de Venezuela, tenia trabajo, tenia dinero, tenía a mi familia, tenía pareja, en unos meses me graduaría, todo estaba bien, pero nada dura para siempre. ¡Saz! El puto destino llegó abruptamente e interrumpió mi felicidad con este grito: ¡TODOS QUIETOS, ESTO ES UN ATRACO!, a medio día llegaron a mi negocio unos motorizados, con pistolas en mano, mientras yo estaba sentada con mi mamá esperando almorzar. En esos breves minutos se llevaron mis bienes materiales y todo por lo que había luchado, además que se habían llevado mis esperanzas y las ganas de seguir luchando. Quedé endeudada, sin mercancía, sin un teléfono para poder cerrar negocios y golpeada, físicamente y emocionalmente apabullada, adolorida y casi huérfana. Ese día fue crucial para mí, así como cuando vi Indiana Jones, decidí que debía irme del país. Pasaron varios meses hasta que mi novio y yo tomamos la determinación de irnos, a él también lo atacó la delincuencia, ya yo había recibido severas amenazas de secuestro e incluso asesinato. ¿Qué hice de mal sí solamente soy una profesora, por qué me pasan esas cosas a mí? Simple: me atreví a luchar, a pelear en contra del gobierno y a dedicarme a vivir.


Parte III: La Migración.
 De esa manera el 21 de octubre del año 2017 dejé mi ciudad, mi familia y todo lo bonito que había en mi vida. El 25 de octubre, después de haber viajado doce horas desde mi ciudad hasta San Antonio del Táchira, haber maniobrado para cruzar la frontera con Colombia, estar en el aeropuerto de Cúcuta 14 horas, dormir en medio de una nevada en Bogotá, comprar un agua en el aeropuerto de Lima por 8 dólares, llegamos a Santiago de Chile para emprender una nueva vida, llegué el día que cumplí 31 años. Mi vida ha sido una tómbola en los últimos dos años, ha cambiado de manera tan abrupta que aún no lo asimilo.
Esta parte de mi vida la he denominado supervivencia, migrar te enseña que no eres una isla y que así quieras ser Robinson Crusoe necesitas apoyo. Existen varias limitaciones, son pequeñas barreras que se pueden superar siempre y cuando tengas la mente abierta, entre ellas están:

1.       El léxico: y es que no importa que hablemos español, a lo largo de Nuestra América y el caribe lo hablamos diferente, por ello una palabra puede significar muchas cosas. Cuando llegué a Chile eso fue una de las cosas que me vi obligada a aprender “ya po” dicen los chilenos y significa “ya pues” una “bombilla” es un “pitillo”, “hacerse el perro muerto” es irse sin pagar o con la “cabuya en la pata” debes distinguir entre zapallo (auyama) y zapallo italiano (calabacín) que una torta es un queque y una torta adornada es un pastel, que una ampolleta es un bombillo y no una inyección y que una “wea” es una vaina y una “wea” es flojera que para llamar a una casa no se dice “bueeeenaaaasss señora” sino “aloooo”  y que en el mercado eres una caserita o caserito y  no “pase mi amor, venga y pregunte”.
 Un señor de vientre pronunciado es un “guatón” y un bebé es una “guagua” que no se dice cambur sino “plátano” y el plátano también es plátano ¿por Dios que brujería es esta?  Que las franelas son polos y los monos son buzos, los zapatos deportivos son zapatillas y a lo que le decimos chanclas aquí son chalas, las gorras son Jockeys, un polerón es un suéter. Aquí no hay chamos, sino cabros o cabras, los niños son cabros chicos y que un gallo o una galla no es un insulto sino una persona de mediana edad  y un abuelo es un tata, una tía es una maestra o simplemente una figura de respeto, los carritos por puesto son colectivos y una cita métrica es una guincha. Es lo que hay que aprender cuando te vas, aprendes a comunicarte nuevamente, sacar el chip regional y hacerte universal.

2.       La comida: la alimentación es muy importante y cuando migramos, después de habernos privado de muchas cosas en Venezuela lo primero que quieres hacer es comerte un súper perro caliente o una hamburguesa que tenga hasta mal de ojo, o ir a una arepera donde hayan miles de contornos, esto lo aprendí a las malas: nuestra comida se queda allá en nuestro país. A cualquier país que emigres debes reaprender a comer, en Chile existen una especie de Hot Dog yo pedi un “completo” cuando llegué aquí y para mi sorpresa llevaba un puré de aguacate con mayonesa, y ahí comenzó otra lección para mí: mayonesa es casera “mayo” es industrial y no saben ni se son igual, el aguacate o palta son pequeñitos no los de dos kilo que bajaba de la mata de mi abuela, que la ensalada aquí no se une todos los ingredientes van por separado y el sushi es más barato que el agua. Las caraotas negras casi no se comen y los “porotos con barandas” es similar a un minestrón, que el maíz es una cosa y el choclo es otra pero para mi es lo mismo y a la pasta le dicen fideo, además existen muchos tipos de panes pero no hay Tunja, acemitas o piñitas, ni hablar de unas catalinas con café con leche, las empanadas chilenas no son como las de Venezuela, aquí son fritas u horneadas y las de queso son hechas en masa de hojaldre, no hay pan francés ni campesino y que si eres de Barquisimeto no consigues suero ¡na guara!

3.        El clima: en Venezuela podemos andar en short, franelilla y chanclas todo el año, si hace frio nos ponemos un sueter y estamos bien, fuera de los trópicos hay estaciones y ciertamente debes adaptar tu guardarropa a cada estación. Mi peor momento fue a mitad del invierno cuando es más crudo: el cielo totalmente gris, nublado y frio, amanece a las 9 de la mañana y anochece a las 5 de la tarde. La gente deambula por la calle vestidos de negro, sin levantar la mirada para evitar el aire frio, parece que caminaras entre espectros, te duelen los dedos de las manos y la nariz por el viento que te congela, y además si no tienes calefacción o agua caliente como diría mi papá “estás jodido”. Siempre hay frio, en cualquier estación siempre habrá frio y para los tropicales eso es difícil de sobrellevar. Hay que adaptarse, la ley de la naturaleza debe prevalecer y debemos aprender a vivir con las estaciones.

Por ahora he podido con esas situaciones y he estado aprendiendo, sin embargo la travesía es más difícil aun. Cuando llegué recién a Chile conseguí mi primer empleo y estaba muy feliz. Me llaman de un centro comercial chino obviamente necesitaba trabajar y un contrato de trabajo para regular mi situación migratoria, nunca había trabajado en una tienda pero ese no es problema para mí, lo que no se lo aprendo, pero, siempre hay un pero, la “jefa” una china también migrante me dice que no puede darme contrato hasta que pase el periodo de prueba, yo acepto pensando que no habría problema ¿no puede haber más corrupción aquí que en Venezuela? Me interrogué y trabajé. Trabajaba de lunes a Sábado de 11 de la mañana a 9 de la noche, era la única migrante aparte de los “jefes” y por cierto la única morena, cosa que causó mucha curiosidad entre los “chinos” que comenzaron a cortejarme incesantemente, para colmo de males me correspondía cerrar la tienda tarde en la noche con ellos, hasta que un sábado intentaron propasarse conmigo, sólo trabajé 14 días en mi primera experiencia laboral fuera de mi país y casi me violan, la justicia fue ciega y me quedé desempleada.

Una semana después comencé a trabajar en una estación de servicio, si en una “bomba” como decimos en Venezuela, atendiendo la sección de alimentos, en uno de los trabajos más arduos y difíciles que me ha tocado hacer, me trataron mal, me gritaron e incluso me chantajearon para no darme un contrato de trabajo, ahí estuve trabajando por casi un mes hasta el 31 de diciembre, día que renuncie porque según ellos “debía cumplir el contrato de trabajo, por un año, sin cesar, y si me atrevía a renunciar me reportarían a extranjería”. No firmé, nunca firmaría, de nuevo me quedé sin empleo. Pronto volví a trabajar, esta vez en una empresa distribuidora de productos de limpieza, donde me desempeñé como vendedora, almacenista, jefa de bodega, administradora y contadora además de señora de limpieza y por si fuese poco debía cargar la mercancía desde la calle al almacén. Para mí no había problema, sólo quería generar ingresos, aprendí todo el movimiento en tres días, ya hacia facturas, hablaba con clientes y además tenia un PC e internet ilimitado, hacia mi trabajo rápido y bien, de esa manera le comenté a mi jefe que estaba haciendo mi tesis de grado y que si en tiempo libre podía estudiar, me dieron permiso y finalicé mi tesis en apenas quince días, estaba muy feliz. Era muy buena en lo que hacía, cuadraba caja perfectamente aumentaron las ganancias, pero cuando iba a pasar a personal fijo la bruja de la administradora me botó, sólo porque no le “agradaba mi tono de voz” y por tercera vez me quedé sin empleo.
Como podrán ver, no ha sido fácil, ese día me senté a llorar en la calle y grité a todo pulmón “MADURO COÑO E´TU MADRE, MALDITO CHÁVEZ”, no recuerdo cuantas groserías vociferé, estaba indignada, molesta y decepcionada, lloré como una niña desconsolada, pero no me podía rendir, tenia casi cuatro meses en un país nuevo, hay que seguir adelante. El lunes siguiente conseguí un nuevo empleo en un café. Estaba comenzando el otoño, mi novio y yo vivíamos en una casita que alquilamos un mes después de haber llegado a este nuevo país, vivíamos solos, no teníamos casi enceres y dormíamos en el suelo, comenzaba el frio y bendito cielo las noches eran horribles por las bajas temperaturas, dormíamos en el colchón sin cama, no teníamos para comprarla. Poco a poco fue bajando la temperatura, en esa casa vieja de madera, con entretecho se oía como crujía la casa. Al frente pasando la calle había una propiedad inmensa con 8 perros, uno de ellos un gran danés y era lo que se escuchaba en toda la cuadra, ese terrible ladrido que te erizaba la piel. Toda la noche, todas las noches los perros ladrando para ver si callaban al gran danés que parecía un caballo, mientras tanto yo en interminable insomnio, me levantaba con las ojeras más horribles que se puedan ver y en mi cabeza retumbaba el ladrido del gran danés.
Ya llevaba un mes en el empleo como mesera en el café, estaba feliz no me habían despedido trabajaba muchísimas horas, llegaba con los pies hinchados y con hematomas a mi casa, cansada trabajaba de 9 am a 10 pm, pero no me importaba porque ganaba bastante bien en las propinas y podía enviar dinero a Venezuela, estaba tranquila, sin embargo, no estaba fija y ya casi 2 meses en ese trabajo y no conocía a mi jefa, mientras tanto sólo podía pensar en comprar pastillas para dormir y no escuchar al desgraciado Gran Danés, el frio era cada vez peor y para mi sorpresa una noche en la que al fin me había quedado dormida pensé que mi novio me estaba abrazando, era lógico había frio, pero sentí algo muy frio rozando mi mano, no podían ser las manos de Simón, acto seguido ¡aaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh una rata!, la vieja casa nos tenia compañía, una familia de ratas gigantescas del tamaño de una liebre. El frio las hacia ir hasta la habitación donde dormíamos porque por fin teníamos calefacción, no las juzgo yo también buscaría el calor. Pero debimos deshacernos de ellas.
Pasaban los meses y finalmente me dejaron fija en ese empleo, era la mejor mesera del Café, todo el mundo me dejaba propinas pero ¿y mi contrato? Jamás hablé con la dueña, hasta casi el quinto mes, cuando habló conmigo y me aseguro que si pasaba el invierno y seguía allí me haría el contrato. Efectivamente soporte el invierno, seguí trabajando, llegó la primavera y mi jefa que ya me tenia estima se iba a Estados Unidos de vacaciones, ese día hablé con ella, le solicité el contrato y me dijo que cuando llegara de viaje me lo haría en sus palabras “tranquila, eso está listo, cuando llegue de USA firmas”. Pasaron los días, mi jefa llegó de viaje y yo aun sin contrato, cada día las cosas eran peores, los turnos más duros me los daban a mí, las peores compañeras, llegaron trabajadores nuevos a los que le dieron contrato y yo nada. Tuve que ir a Venezuela por fin me gradué, trabajé mucho, días y noches, trabajé los domingo por más de un mes para ahorras y poder viajar, ni un caramelo compraba sólo para tener dólares e ir a visitar a mi mamá. Tenia 9 meses trabajando sin contrato, pedí permiso para viajar sólo me dieron diez días, y supuestamente a mi vuelta tendría el contrato.
Llegué de Venezuela y para mi sorpresa me ascendieron, me promovieron a encargada de un local, ganaría más todo estaría bien, pero, siempre hay un pero, chicas nuevas y con más ambición que yo, indudablemente con mayor capacidad de adulación (vulgares chupa medias) indujeron  que no siguiera en ese puesto al saber que ganaba más propinas que todas ellas juntas, volví a ser mesera, a todas estás renuncié 10 meses y medio después, nunca me dieron contrato pero si tuve la mejor lección de todas: “las personas que nunca han tenido nada, hacen lo que sea para tener lo que tu posees”. A veces tus compatriotas son tus peores enemigos, porque traen consigo la “viveza criolla”, esa maldad autodestructiva que te hace aprovecharte de los demás sin importar tu propio nombre.
Ahora soy una Magister en Historia desempleada, pero de todo esto he aprendido que lo más difícil de emigrar no es el viaje, o el dinero que debes reunir para salir de tu país, o dejar a tu familia, no, es comenzar desde la nada, en una soledad infinita que aunque conozcas a miles de personas nada puede llenar eso que falta en ti, tu terruño, tu hogar, que debes aprender a hablar, a comer, a caminar, a vivir. Debes ser fuerte, debes ser rudo, debes desarrollar todos los instintos en ti para sobrevivir y no dejar que esta selva llamada vida te devore. Tus lagrimas saldrán, gritaras, fingirás alegría cuando tu familia te llame por una vídeo llamada, pero recuerda todo esto es temporal, volverás, siempre volverás a ser feliz.

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